Para pensar en la importancia de las bibliotecas de aula y el ambiente alfabetizador.
Nadar sin agua
(Ricardo Mariño)
La primera vez que fui convocado para abordar el tema de la lectura de
ficción en relación con la alfabetización y la adquisición y práctica de la
lectura, se me ocurrió un símil que me sigue pareciendo eficaz y que compara el
aprendizaje de la lectura con el de la natación. La idea es que no sería del
todo descabellado un método de enseñanza de la natación prescindiendo del agua.
En sesiones diarias de dos o tres horas se acuesta al alumno sobre un banco y
mediante repeticiones se le hacen mecanizar los movimientos de las brazadas,
los giros de la cabeza para respirar y el movimiento de las piernas, en tandas
prolongadas con los intervalos imprescindibles de descanso. Sosteniendo esta
actividad por un par de años se puede conseguir que el alumno automatice los
movimientos típicos del estilo mariposa, espalda y crol. Colgándolo
adecuadamente con un arnés de manera que su cuerpo quede vertical, puede
ensayar largas horas las aperturas de las piernas y las brazadas adecuadas para
flotar. (…)
Sin embargo, los niños aprenden
bastante rápido, mucho más de lo que puede conseguir el método sin agua, en
piletas, ríos, lagunas y hasta zanjas, con o sin profesor. Se debe,
principalmente, a que desean hacerlo y a que encuentran deliciosos placeres en
ese medio, placeres que se expanden y potencian en la medida en que se
adquieren destrezas para moverse con mayores libertades. (…).
El caso es que se puede aprender a leer con métodos parecidos al de la
natación sin agua.
De hecho los de mi generación aprendimos así. Lo que cuesta aceptar es
por qué prescindir de lo que aportan el cuento, la novela o el poema a la
experiencia de la lectura. Son, ante
todo mecanismos de seducción, juego, fantasías, vida ficcional más real, por
recortada y nítida, que la misma vida real. ¿Es lo mismo leer para aprender a
leer, que leer para saber en qué desemboca el triste inicio de El Patito feo?
¿Es lo mismo leer por leer que hacerlo para ver qué pasa por la cabeza de Ema
Bovary, que en su rincón provinciano sueña con salones elegantes y engaña al
señor Bovary con cuanto galán afectado y culto, joven o no, visita la zona? Se
lee llevado por la deriva de tal personaje y se devoran las páginas como quien
camina para llegar a su destino sin conciencia de estar caminando. Se lee en
estado de beligerancia contra el autor, discutiéndolo, o deslumbrado con sus
dichos o hechizado por los personajes.
Incluso se lee, tantas veces sin mayor conciencia de estar saboreando y
nutriéndose de forma, recursos narrativos, inteligencia, ideas, lenguaje. En
los buenos libros está eso que nos creará una falta. A poco de empezar a leer
sentiremos que nos falta algo: una respuesta, una revelación, una razón, el
final de algo o de alguien, algo que el libro promete línea a línea a media que
hace más y más nítido los bordes de esa falta. Entonces ¿para qué prescindir de
ese mecanismo que nos impulsa a avanzar?
¿Para que prescindir del mar de la
ficción, cuando la idea es nadar en la lectura?
Extraído
de: “La formación docente en alfabetización inicial. Literatura Infantil y
Didáctica”. (INSTITUTO NACIONAL DE FORMACIÓN DOCENTE 2009-2010)
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